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A LOMOS DE UNA Y OTRA PESTE

Como ocurre con las ofertas de final de temporada, cuando el verano próximo permite pichinchear el remanente en sacos y bufandas, en los mismísimos días en que los medios de prensa instalan el neologismo triunfal de «pospandemia» y las farmacéuticas parecen satisfechas con el lucro obtenido en la reciente campaña terrorista, algo que parece un galeno, un peón matriculado del régimen, irrumpe en la escena para instar a todos a aprovechar una tanda de vacunas próximas a su vencimiento. En la loca carrera al abismo en que se ha precipitado el mundo a instancias de la pandilla de magnates sentada al tablero de la geopolítica y las finanzas globales, mismo cuando se concatenan sin respiro las sucesivas fases que van de la peste a la guerra y de ésta vaya a saber a qué nuevo azote, parece extemporáneo y demodé el lloriqueo de un dotor a causa de la indolencia de la gente por acudir al vacunatorio a por su enésima dosis. Desde luego, se evita aludir siquiera a la suspicacia del común a

CARRERA AL ABISMO

Si hubiese que esbozar un compendio de la historia moderna abordándola en una sola de sus vetas o avenidas principales, y si fuese lícito contenerla en una sentencia o aforismo, diríamos: ascenso, consolidación y putrefacción de la burguesía, haciendo de esta última instancia y sólo de ésta (la de la putrefacción) un mal extensible a todo cuanto el agente (la burguesía) toca. Lo que equivale a decir: a casi todo lo susceptible de alguna humana injerencia. Marx ya lo diagnosticó con no poco acierto, al precisar que la burguesía había degradado las profesiones antaño tenidas por más venerables a la condición de empleo asalariado. Este proceso multisecular determinó a su postre, tal como lo tenemos a la vista, hábitos mentales descendentes, verdaderas hecatombes de estulticia y de crueldad, decrepitud al nacer. Al menos desde Hegel, brota a torrentes un vocabulario que denota una situación inédita para el hombre en su demora terrestre: alienación, trivialización de la existencia, n

SALIR DEL LEVIATÁN

  El callejón histórico sin salida en que nos encontramos (si por salida entendiésemos alguna que no fuese vertical, “hacia arriba”) no es sino el sumidero temporal al que conduce inexorablemente la modernidad, ese proyecto urdido –al decir de Danilo Castellano- con el fin de negar, velar y sustituir el orden del universo. El veneno mortal ha sido instilado con admirable eficacia en todas, todas las cosas que conciernen al hombre (sociedad civil, escuela, ámbito laboral, lenguaje, etc.), y ya no se puede prescindir del recurso constante al antídoto, so pena de quedar cautiva el alma con todas sus facultades bajo la tupida red que han hecho caer sobre los hombros de los hombres. Se debe vivir en vela, desechando de continuo giros y modismos y máximas emponzoñadas que se han venido soltando como otros tantos señuelos, bajo cuya apariencia inocua late un contenido en extremo inicuo Ya nos venían acostumbrando al apogeo de la virtualidad, que no virtud: un presente continuo sin refere

NOTAS PARA UN LIBRO DE QUEJAS

A quien haya asumido (por escrito u oralmente) un hábito execratorio respecto de la modernidad y de sus males, a aquel que sienta el apremio por desmentir las presuntas excelencias de este auténtico sumidero de los tiempos, no le faltará nunca el bienintencionado amigo que le recomiende cesar las lamentaciones en atención a la espléndida epifanía latente incluso tras las más grises apariencias. No sirve precisar que la divina presencia general de inmensidad no impide advertir la desolación de un mundo sin Dios, el cáustico hastío de esos contingentes humanos al garete y de esos individuos humanos desmembrados, partidos al medio o en muchos pedazos, trastos de órbita irregular y fugaz que no dejan estela ni legado. No: con un expediente tan sencillo como desarmante, el señor sauce llorón es remitido al coro de los serafines donde el hosco eclipse de los tiempos no extiende su sombra, donde las consecuencias del pecado organizado no ulceran el alma, donde la Gran Apostasía pasa des

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