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METAVERSO Y ¡META VERSO!


                                                                                                por Dardo Juan Calderón

 

     Me decía un entrañable sacerdote (íbamos desde las noticias del día hasta Descartes) que va llegando el momento en que el hombre ha sido privado de TODA certeza. Pero no hablábamos ya de un problema teológico, de la defección del  Magisterio Eclesiástico que hizo que  los clérigos abandonaron el dogma y se pusieran a “dudar” (como es de buen gusto y apropiado en las universidades a las que concurren a buscar sus doctorados,  con todos,  todas y todes). Y no hablo de dudar de  la Revelación, lo que es muy “científico”, “germano” y “ratzingeriano”, sino de sí mismos, de sus propias fachas ante el espejo, al borde de la risa y el llanto con ganas de tirar toda la parafernalia simbólica de su condición que va perdiendo toda significación,  y rajar a una playa nudista con una trola o un trolo. O exagero, quizá no tanto… sólo cansados de una vida que se les hace de mentirita, casarse y vivir “de en serio”, coherentes con sus tendencias ya adecuadas a lo “normal”, luego de la desilusión de lo “excepcional”).

     Ni tampoco hablamos de un problema filosófico (gnoseológico) en que el idealismo dice con el humor de Umberto Eco: “si antes tenía dudas, hoy no estoy tan seguro” (chiste que espero le haga gracia a Mandinga).

    También está por encima (¿o por debajo?) de lo psicológico, con aquel hombre que de la mano de Freud,  privado de toda certeza moral y manejado por el subconsciente,  gritaba desesperado en la pintura de Munch,  viendo posible el ser arrastrado a todas las perversiones y abajamientos de las que puede ser capaz el posmoderno invertebrado.

    Más que todo esto, de lo que hablábamos es de una  incertidumbre que  avanza  hoy  sobre sectores  mucho más cotidianos, más cercanos y ordinarios…  ya no estamos seguros de lo que vemos, de lo que tocamos, de lo que oímos y de lo que gustamos. Lo evidente a los sentidos, es decir “la realidad”,  esa desde la que el viejo Aristóteles construía todo el pensamiento occidental, resulta que ya no es cierta, ¡y no es una postura de reflexión filosófica! ¡simplemente ya no es cierta! ( Me podréis corregir esta exageración, pero el fraude con que se ha reemplazado la realidad es de una capacidad de engaño fabulosa. “Verás que todo es mentira” decía el tango).    

    El mundo de lo palpable y de lo evidente, de lo sensorial, se nos está desvaneciendo por efecto de una “falsificación del mundo” al que se dirigen los sentidos. Hoy el mundo real desaparece y sólo tenemos enfrente ese mundo “virtual” en que conocemos no ya desde las “cosas”, para gestar en nuestra mente la imagen de ellas y a partir de ellas y la sumatoria de experiencia, el concepto,  sino que el conocimiento es la “adopción” de una imagen ya conformada por las pantallas y lograda sin esfuerzo gestatorio que hace aparecer como real (porque lo hemos visto, oído y hasta muchas veces tocado) lo que es “virtual” (que no es más que una representación ideológica). Imagen entregada por esa especie de pre-cerebro – los medios - que nos aportan la papilla predigerida que alimenta la inteligencia moderna. Las mentes no se forman en la observación y contemplación de lo real, sino en la imagen de una realidad ficticia, en el metaverso. Y no hablo solamente de la vista y el oído; comemos papas fritas que no son de papa, pollo que no es de pollo, jugo de naranjas que no es de naranjas y hasta tocamos pieles, narices, senos y trastes que no responden a la realidad sino a formas surgidas de una imaginación lúbrica. Son simplemente “artefactos” (hombres y mujeres están siendo convertidos en  artefactos). Todos los sentidos han podido ser engañados, y más aún; esos sentidos son más felices con el engaño que con la realidad, la realidad les asusta porque les han hablado muy mal de ella. Claman por ser engañados.  

   Para salvarse de una estafa colosal tenemos que ir abandonando la confianza en la vista, el tacto, el oído y el gusto.   Agregaba el buen cura que llegan los momentos paradójicos en que “de lo único que se podrá estar seguro, las únicas certezas en que podremos alojar el espíritu, serán las de la Fe, porque hasta la realidad se nos hará desconfiable”. “Dichosos los que creen sin ver”, nos dijo ¡pero no sabíamos que íbamos a estar completamente a oscuras! El pobre Tomás quería ver y tocar, que es lo más normal del mundo, pero para nosotros ya sólo queda el creer y cerrar los ojos, con los puños apretados en el Dogma.

     Cierto es que el Buen Dios nos estaba preparando para esto, haciendo recaer nuestra Fe sobre un objeto – la Sagrada Hostia -  en el que fallaban los sentidos (pudiéndolo hacer de otra manera más evidente, si hubiera querido): “y aunque fallan los sentidos, sólo la fe es suficiente para fortalecer el corazón en la verdad” decía el Aquinate en su Pange Lingua, y cuan cierto se hace hoy.

     Pero es probable que algunos de los lectores crean que no han sido engañados por este ardid y que ellos pueden distinguir “la realidad” de lo que es un artificio. Y no es tan así. Dejemos a estos por un rato y veamos la multitud criada en la imagen sensible tecnológica e ideológica; el niño que ve caballos que hablan y vuelan, y superhéroes, y mil otras cosas que cobran una realidad hasta tridimensional y a partir de la cual forman sus conceptos, convencidos – o confundidos - de qué es la realidad. No lejos de estos infantes están  los adultos que han sido formados en las escuelas y universidades a partir de “constataciones científicas” que son falsas y nacidas en una ideología, pero entregadas con el vigor de lo palpable y probado  (el evolucionismo darwinista, por ejemplo). ¡Dios! ¡Qué están produciendo esas cabezas que creen estar pensando a partir de lo real! Que piensan que el hombre al que prestan un servicio debe ser separado, en su consideración, de su alma. ¡Que creen que  un hombre puede (y le corresponde)  volar! Que pueden elegir el sexo que quieran, optando en más opciones que la simple y tiránica binaria; que puede ser como la mujer que en las películas goza del sexo sin prever más consecuencia que el placer (¡pobre tontona!), que puede ser por fin ¡feliz! Que es un hombre  que está proyectado a un progreso que vencerá hasta la muerte; que ha llegado por la ciencia al conocimiento de todas las cosas (o ya llegará prontito). Y todas estas cosas se pueden ver cumplidas, oír y palpar como ya realizadas en los medios. Ya son una “experiencia”. El Andrógino universal ya no es sólo un ser mítico del budismo o de la imaginación indisciplinada de un Marechal. Lo puedes ver bailando en la TV. Puede ser el hijo de un Presidente. Y el perfecto, liviano y sutil transhumano, compuesto de humanidad y ordenador,  de Yuval Hararí , de Klaus Schawb o de Bill Gates,  ya ES una realidad que muestran los videos (que deben ocultar el grueso cable coaxil que le sale del culo y lo enchufa a un galpón de lata de mil metros cuadrados llenos de transistores recalentados).

    Claro que podemos darnos una idea de qué conceptos están formando esas cabezas al escucharlos hablar. El lenguaje significa los conceptos y al escuchar sus “sanatas”, la infinita capacidad de hablar y escribir “boludeces” (a veces muy bien escritas o parladas, como el mencionado Marechal y hasta el Mismo Harari. Me dice un sabio amigo que el inglés de Darwin es encantador) y la sorprendente habilidad de escuchar esas boludeces y hasta de ¡entenderlas! “Entenderlas” porque sus inteligencias han sido formadas desde los mismos artilugios y “entender” es algo muy diferente a lo que nosotros entendemos por entender, que ya no se trata más de adecuación del intelecto a la “cosa”, sino de consonancia vibracional que “establece una experiencia común inexplicable e intransferible”. Todo en un maravilloso diálogo sobre NADA que lleva a NADA. En detrimento de aquel lenguaje que en su gramática debe reflejar la lógica del buen discurrir, este otro es reflejo de lo ilógico y de lo aberrante, porque se ajusta a esta nueva realidad antilógica y aberrante. Es realmente increíble. Escuchen el discurso del hijo de la presidenta en el film Dont look up, que es la perfecta parodia de esto que señalamos.  Entiendo perfectamente la necesidad del “lenguaje inclusivo”, porque hace falta un lenguaje especial para expresar la conceptualización de estos engendros imaginarios que quieren ser reales. En el lenguaje común, surgido de lo real,  sólo se puede expresar su degeneración o su ridículo. Sólo se puede insultar al nombrarlos en el lenguaje tradicional,  y es normal que quieran evadir el insulto.

        Señalamos, aún a riesgo de malquistarnos con amigos, que esta conceptualización y este lenguaje ha ganado a muchos de los “conspiranoicos” católicos, que leyendo a los autores que señalo ven cumplidas sus peores sospechas: “¡¡ojo!!” dicen “¡dominarán las inteligencias y las voluntades con un chip instalado en tal sector del cuerpo! Y formarán un transhumano unido a una máquina. ¡Te lo inyectarán todo desde una aguja menos que milimétrica y te dirigirán desde una antena de 5 G!”, y citan en apoyo las frases de los grandes representantes del mal que así lo afirman. No quedan dudas.

             Estimados, sus citas no prueban nada más que están haciendo ciencia ficción con pretensiones proféticas (son los falsos profetas). Estos tipos dicen eso porque confían en que se va a lograr más adelante, es fe en  la todopoderosa u omnipotente tecnología. También creen que mañana burlarán la muerte. Pero por ahora es todo imposible, no es real (la tecnología todavía exige un tamaño grosero y depende de enormes cantidades de materia, ¡de cables por ejemplo! Y no puedes juntar muchas computadoras sin tener un grave problema de refrigeración, la “nube” es una cantidad grosera de máquinas en un galpón del desierto de Arizona, gastando más electricidad que un tren, electricidad  que viene de quemar petróleo a lo loco,   y ellos, los profetas,  se están envejeciendo y muriendo, siguen teniendo hemorroides y artrosis.

        Sabemos que como la inteligencia y la voluntad no son potencias corporales, sino del alma, pues no va a ser tan fácil de ocurrir toda  aquella dominación que se anuncia. En estos campos no hay chips que valga  (salvo que cometamos el error de coincidir con una concepción materialista, que se te haya colado como efecto de comprar sus imágenes y haber perdido el contacto con lo real). Finalmente, sigue siendo  el “pecado” – y no los chips - el viejo sistema con que se esclavizan estas facultades humanas. Pero aún los contradictores entran en el juego de “hablar boludeces” (lenguaje ilógico, poético y pseudoprofético, porque entendámonos, se tientan por la vanidad de profetizar) a partir de conceptualizaciones que se forman surgiendo de una falacia y de un fraude a la realidad. Unos han mordido el anzuelo para esperanzarse y estos para desesperarse.                  

       Pero no dejemos de hacer enemigos. Saldrán contentos algunos con esta diatriba hacia los conspiranoicos y vaya para ellos una peor. Hace más de un siglo que la ciencia (los científicos), después del entusiasmo renacentista que les prometía un avance espectacular del conocimiento científico liberado de la tutela eclesiástica, hicieron creer al mundo que ya todo lo conocían y lo dominaban. Que podían explicar todo. Y lo cierto es que estaban y están muy lejos de saber algo, y menos algo útil para el hombre en su complejidad existencial. La ciencia humana no puede dejar de evidenciar al buen observador los enormes “huecos” de  desconocimiento que la hacen tan incompleta, tan frágil y provisoria, ante una realidad (una creación, podríamos decir) que nos supera infinitamente y que a cada avance se descubre más compleja y vasta. Podríamos dar mil ejemplos en cada una de ellas, como la actual manipulación genética, siendo que ciertamente no se sabe ni de cerca cómo funciona el genoma humano, y esto por decir una de mil, o de millón.

         Estos “huecos” los llenaba de sentido – en el hombre cristiano – la Revelación, porque Dios se tomó el trabajo de revelarse en el Cristo para que no anduviéramos perdidos. Dándonos la explicación del sentido del todo, de nuestra existencia. Explicación sobre la que reposaba la ciencia volviendo al redil después de cada aventura, que no se admitía muy audaz, so peligro de resultar una patrulla perdida. Y por ello la teología era la “ciencia rectora” de todas las ciencias. El renacentista se la saca de encima en la soberbia de que su inteligencia va a descubrir el Graal del conocimiento, pero a poco de andar se da cuenta de que no es así, y con toda malicia y ocultamiento, comienza a rellenar los huecos (que no sólo siguen apareciendo sino que se aumentan a medida que se avanza),  con pura y simple Ideología disfrazada de ciencia.  Una nueva fe, un nuevo credo ocultado bajo la imposición de “ser científico” y “estar probado”. Apoyada la más de las veces en el prestigio prefabricado de algún “sabio”.  La mayor parte de la ciencia moderna cae estruendosamente si se le quita – por ejemplo -  la explicación evolutiva darwiniana, que no es otra cosa que una “sanata” ideológica. Y va lo mismo con la física y con todas las otras. Tengo en estos pagos un patizambo embarbijado que cree que la política puede ser conocida sin necesidad de atender la Revelación y que puede ser practicada sin tener a mano la Gracia Redentora de Cristo. Simplemente porque han reducido la concepción de la aventura humana y no quieren ver los enormes  “huecos” de su explicación naturalista.

       El carácter ideológico del fundamento de todas las ciencias modernas (evidente en las humanidades que cultiva la moderna universidad, pero ya no menos evidente en las ciencias duras) nos enfrenta a una encrucijada que el católico actual pretende sortear sin enfrentarla. El cultivo y la práctica de las ciencias modernas implican en sí mismo un cierto grado de apostasía de la Verdad  y un cierto grado de adhesión a la Mentira. Y frente a este dilema que nos deja culpables a todos (o a casi todos)  no queda excusa fuera de la imbecilidad (de la cretinización, según De Prada). Toda otra razón de adhesión (u omisión)  es imputable, en mayor o menor grado.

      Vamos por caso al tema “pandemia” y “vacuna” Covid 19. El grado de ideologización de esta  más que recontra evidente “aventura científica”, que ha  manipulado el cuerpo y el alma del hombre en todas sus expresiones individuales y sociales (hasta la paralización de los cultos religiosos)  partiendo de postulados ideológicos y sin saber casi nada de las implicancias, es absolutamente confesada y expresa. Y su carácter de “aventura científica” (experimento), manipulando aspectos desconocidos (rellenando los “huecos” con confianza o fe en la “ciencia liberada de Dios”), también es expresa y confesa hasta en los rótulos de los supuestos remedios. Los propios implementadores y fabricantes de estos experimentos han expresado su ideología a viva voz;  el Gran Reseteo político y social de uno y el Transhumanismo de otro, que no son otra cosa que claras y rotundas blasfemias, desafíos y escupitajos lanzados a la cara de la Iglesia de Cristo y su Doctrina (lean – aunque no todo, que no es recomendable-  los libros del homosexual judío Harari, del hiper ateo Schwab o del eugenista Bill Gates, genios promotores y publicistas de todo esto) ya no solo no ocultan que trabajan a ciegas sin contemplar los “daños colaterales” que puedan provocar por el desconocimiento (acientificidad) - pidiendo ante esto, y sin que les tiemble la pera,  una declaración contractual, política y jurídica de los “usuarios” (o ratones), de que no elevarán quejas -  sino que gritan a viva voz que se trata de un acto público, casi litúrgico,  de liberación final de Dios. Y este acto de liberación de Dios y redireccionalidad de la fe hacia la “ciencia” humana, es en realidad el objetivo que verdaderamente buscaban, aún por sobre los resultados médicos o sanitarios, (no contra la pandemia, que no es nada, sino del futuro resultado científico esperado del experimento de manipulación genética a la que creen la prometida derrota de la muerte. Posta. Lo escriben) todo lo que justifica el dislate.

      Quien participa de todo esto, desde los altos grados hasta el que da el testimonio de obediencia al mundo científico respetando sus mandas y aplaudiendo sus medidas, portando sus símbolos, o hasta callando la profunda maldad que encierra, sólo podrá excusarse si realmente lo hicieron tonto y retonto.  En algún grado, de lo contrario, ha apostatado de la Verdad y ha adherido a la Mentira (resumen de la polémica Caponnetto – Hernandez sobre la Democracia, es decir, sobre Ciencia Política actual). Si lo cretinizaron logrando que piense a partir del metaverso ideológico, pseudocientífico y lo alejaron de la realidad, pues bien, multitudes por esto serán perdonadas.

     Y si dudan de su estólida condición, o de la influencia que sobre la inteligencia de ellos ha tenido el metaverso,  hagan sobre ellos la prueba que se indica más arriba: pidan a quienes participan y apoyan la jugada,  que explique las razones de su adhesión, y sobre todo a los “científicos”, y verán producirse el lenguaje ilógico (o mejor, anti-lógico). Es decir, los escucharán hablar “boludeces” que, comparadas con las fantasías conspiranoicas  (que es boludez de la imaginación febril) son la quintaesencia de la chata imbecilidad burguesa que, presa de su artificialidad, sin embargo está convencida de ser realista.

      Como decía Bloy en esa lapidaria  Exégesis de Lugares Comunes con que condena al hombre burgués, resulta absurdo escucharlos argumentar que   “no quieren morir como un perro” , habiendo razón para preguntar “¿por qué un hombre que ha vivido como un chancho, siente el deseo de no morir como un perro?”. La supuesta “sabiduría” pragmática burguesa, que parece  no ser más que banal,  tonta y perdonable, encierra una  aterradora profundidad.     

             

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